martes, 6 de julio de 2010

Noticias Sociedad del Conocimiento

Competencias profesionales en la Sociedad del Conocimiento

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JavierRevuelta
Director del Centro en Gestión de Conocimiento REVUELTA
Edición 21 LR Latinoamérica

Javier Revuelta Blanco nos sumerge en temas como: capacitación online, competencias profesionales, recomendaciones para la producción de contenidos online, y también nos da a conocer qué es la “gestión espiritual de las organizaciones”.

Learning Review: En la capacitación online, ¿qué aspectos considera que tienen mayor importancia (contenidos, proceso de aprendizaje, trabajo colaborativo, tutorías, aplicación práctica del conocimiento, otros)?

Javier Revuelta Blanco: En mi opinión, lo más importante es que el contenido sea de calidad, lo cual quiere decir que sea práctico. Además, es importante que sea de fácil comprensión y que estimule el ejercicio del pensamiento; aprender a pensar es uno de los grandes retos de la nueva economía, en donde el exceso de protocolos puede llegar a disminuir la libertad de decisión. También es muy importante la presentación de los contenidos; y, naturalmente, que se realicen tutorías personalizadas.

El trabajo colaborativo es difícil de aplicar en Internet pues, en la práctica, las personas necesitan relacionarse físicamente para poder interactuar después a través de la red.

Paradójicamente, una de las ventajas que prometía Internet, que era la deslocalización de los centros de producción, no se ha producido; sino, al contrario, hay una tendencia clara a la concentración de los recursos humanos y tecnológicos en las ciudades. Internet favorece la interacción y los procesos de aprendizaje colaborativos, pues agiliza mucho la comunicación y permite una mejor planificación, pero sin una presencia física la percepción de utilidad se ve muy mermada.

"En este momento las empresas están un poco ´ciegas de tecnología´; y no son todas las que ven que detrás de la fascinación maquinista lo que realmente aporta valor es el conocimiento."

No obstante, en Clay Formación estamos teniendo muy buena acogida en los Foros, con una participación notable de los usuarios; pero el foro sirve más para instrumentalizar una guía didáctica de la que todo el mundo se aprovecha, que para generar conocimiento compartido. Es muy interesante, por ejemplo, la idea de que todo el mundo puede aprender de todo el mundo, por lo que cualquier idea que se sube a un foro es rentabilizada de forma exponencial por la comunidad de aprendizaje.

También son relevantes los aspectos técnicos y administrativos; que el usuario se encuentre cómodo con la tecnología y que sus dudas se resuelvan con profesionalidad y rapidez.

Ser competentes en el uso de la información

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Por José Enebral Fernández
Consultor de Formación

Vivimos inmersos en la denominada Sociedad de la Información. Y dentro de la empresa, en la era del conocimiento y el aprendizaje permanente. Nos vamos transformando en los nuevos trabajadores del saber, que Peter Drucker ha venido describiendo. Si la PC es nuestra herramienta, la información viene a ser la materia prima de nuestro quehacer cotidiano. Deberíamos dominar el saber del campo en que nos movemos, y además tendríamos que estar generando nuevo conocimiento: ampliando el campo. Ésta parece ser la fórmula de la prosperidad, de la supervivencia, del acceso al futuro, en la economía del conocimiento y la innovación.

Hace algo más de diez años, empezaron a extenderse de manera separada dos conceptos relacionados con la Sociedad de la Información: en las empresas, la gestión del conocimiento; y en las universidades, la suficiencia o destreza informacional. El primero (knowledge management) parecía suponer una especie de reingeniería conceptual de los tradicionales sistemas de gestión de la información en las empresas, atendiendo con mayor cuidado a la información técnica, funcional y relacional de la actividad empresarial: elknow what, el know how, el know why, el know who... El segundo (information literacy) surgía entre documentalistas y en algunas universidades, en sintonía con la creciente preocupación por el aprendizaje permanente (self directed lifelong learning). La idea de suficiencia informacional apuntaba ya entonces al acceso, uso y aprovechamiento de la creciente información disponible, aunque todavía no utilizábamos Internet.

Desde aquellos primeros años 90, por una parte, el avance de la gestión del conocimiento en las empresas no ha sido siempre satisfactorio, a pesar de las potentes herramientas disponibles; y por otra, la información ha seguido multiplicándose sensiblemente y poniéndose a nuestra disposición a través de las TIC: se dice que la información disponible se duplica ya en nuestro mundo cada 80 días. Hoy, aquellos conceptos -gestión del conocimiento y destreza informacional- se han aproximado muy visiblemente entre sí en el mundo empresarial, para entrar en sinergia con las emergentes figuras del nuevo directivo y el nuevo trabajador; también muy especialmente con la idea del aprendizaje permanente, y desde luego con la necesidad de innovar y, en definitiva, con la evolución de la economía.

En las organizaciones, la destreza en el uso y aprovechamiento de la información interna y externa accesible parece más que necesaria, aunque no siempre la poseemos en el grado preciso. Quizá las nuevas generaciones salgan de las universidades con sólida preparación para el aprendizaje permanente, pero las empresas ya necesitan hoy mayor dosis de conocimiento, para mejor encarar sus retos de competitividad y prosperidad en la nueva economía. El concepto de excelencia empresarial ha evolucionado también con las nuevas realidades, y no parece cuestionarse que debamos ser asimismo excelentes en la traducción de información a conocimiento, y en el flujo de éste en las empresas. Todo apunta ciertamente a la necesidad de que mejoremos sensiblemente nuestra competencia informacional.

Cómo nos relacionamos con la información

Puede decirse que muchos de nosotros somos procesadores humanos de información: consultamos muchos papeles y generamos más. Aprendemos continuamente y contribuimos, mediante la innovación, a extender las fronteras de nuestro campo del saber. Lo que hacemos está lleno de conocimiento: el que hemos adquirido, el que seguimos adquiriendo y el que nosotros mismos hemos generado. Sin embargo, el paso de la información (que yace en soportes) a conocimiento (que yace en personas), es extremadamente complejo -nada automático- e invita al análisis y la reflexión. Puede decirse que el tratamiento de la mucha información que se nos ofrece consta de los siguientes pasos:

  • Conciencia de la necesidad de información.
  • Definición del patrón de búsqueda.
  • Identificación de las fuentes.
  • Acceso a las mismas (humanas, impresas o electrónicas).
  • Localización de información útil.
  • Descubrimientos paralelos.
  • Exámen de la información.
  • Interpretación y evaluación de la misma.
  • Contraste de informaciones.
  • Integración y aprendizaje.
  • Combinación con conocimientos anteriores.
  • Establecimiento de conexiones.
  • Posibles inferencias y abstracciones.
  • Síntesis y conclusiones.
  • Reflexión sistémica.
  • Aplicación y difusión.

En efecto, los directivos y trabajadores del conocimiento, antes de actuar -realizar un estudio, definir un proyecto, preparar una oferta, diseñar un proceso o producto, organizar una actividad, elaborar un plan, solucionar un problema, etc.- nos informamos, aprendemos, reflexionamos, y aplicamos finalmente lo aprendido, o lo difundimos. Cada nuevo saber ha de encajar en el acervo existente y contribuir a resultados. He aquí entonces la lista de subtareas del tratamiento de información como materia prima; subtareas que marcan, por un lado, el camino de nuestro aprendizaje permanente, y que por otro constituyen buena parte de nuestro desempeño cotidiano: el conocimiento es, básicamente, capacidad de actuar.

La información ha seguido multiplicándose sensiblemente y poniéndose a nuestra disposición a través de las TIC: se dice que la información disponible se duplica ya en nuestro mundo cada 80 días.

Realizar satisfactoriamente estas subtareas resulta tan trascendente que no podemos eludir un análisis de competencias necesarias. Necesitamos competencias operacionales (conocimiento del campo, estrategia de búsqueda e indagación, manejo de herramientas, capacidad de comprensión y síntesis, cuestionamiento y evaluación de la información, materialización del aprendizaje...), pero también competencias de carácter personal (autoconocimiento, afán de aprender, flexibilidad, concentración, tenacidad, pensamiento crítico...). Pero éstas serían sólo las competencias informacionales de tipo "pull", es decir, las que ponemos en marcha para aprender; habría que sumar otras de tipo "push".

En efecto, nuestro perfil de directivos y trabajadores del conocimiento nos obliga a generar información para los demás: a expresarnos oralmente, pero sobre todo a escribir. Sumemos entonces otras competencias informacionales, tanto operacionales (alegación, comunicación escrita....), como personales (manejo de conceptos, empatía, espíritu colectivo...). Muchas grandes empresas han desplegado sus modelos de competencias para la gestión de los recursos humanos, pero puede que las competencias informacionales, como las conversacionales, hayan sido subestimadas, si no preteridas, en algún caso. El hecho es que no podemos dar por supuesta nuestra destreza informacional en la economía del conocimiento: magnífico, si somos competentes en esta área, pero comprobémoslo.

Quizá hay algo peor que la ignorancia: un falso aprendizaje. Si ya los buenos aprendizajes pueden quedar obsoletos en poco tiempo y no siempre estamos atentos a su renovación, imaginemos lo peligroso que pueden resultar los aprendizajes equivocados o incompletos.

Hay que recordar que, en nuestra asignación de significado a los significantes (el estudio de la información), influyen nuestros intereses, inquietudes y deseos, nuestros conocimientos y experiencia anteriores, nuestras creencias y modelos mentales que filtran la realidad...; o sea, que hemos de hacer un esfuerzo de objetividad del que no siempre somos conscientes. Dicho de otro modo, por un lado hemos de neutralizar las interferencias endógenas (y en su caso las exógenas), y por otro hemos de desarrollar las competencias informacionales diversas (personales y operacionales) a que nos referíamos.

Conclusión

Hemos hablado de 16 pasos precisos en el tratamiento de la información técnica y científica como materia prima, y hemos de insistir finalmente en que, en general, cualquier deficiencia en cada uno de ellos se arrastra en los siguientes. Lo que está en riesgo es la adquisición del conocimiento necesario en cada momento, y al respecto diríamos que quizá hay algo peor que la ignorancia: un falso aprendizaje. Si ya los buenos aprendizajes pueden quedar obsoletos en poco tiempo y no siempre estamos atentos a su renovación, imaginemos lo peligroso que pueden resultar los aprendizajes equivocados o incompletos, fruto quizá de deficiencias en el uso de herramientas, o en la penetración durante la búsqueda, o en el pensamiento crítico, o en el rigor de las inferencias, o en la integración de saberes.

Y un último detalle para el lector interesado que nos haya acompañado hasta aquí: no olvidemos los posibles serendipitosos descubrimientos durante nuestros accesos a información. Podemos topar con interesantes informaciones que, aunque no respondan a nuestro patrón de búsqueda, convenga dejar registradas para un futuro próximo. Seguiríamos diciendo cosas -como, por ejemplo, que casi nunca agotamos las posibilidades de aprender, a partir de cada información considerada valiosa-, pero lo dejamos por hoy. No olviden evaluar sus destrezas informacionales, con ánimo de mejorarlas.

Del conocimiento a la innovación

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fotoEnebralPor José Enebral Fernández
Consultor

A la innovación, sello cardinal de esta economía del conocimiento, se puede llegar por diversos medios: la curiosidad, la creatividad, la investigación, el ingenio, la casualidad, la intuición, la imaginación, las conexiones, las inferencias, las hipótesis, las abstracciones... Todo ello a partir del sólido y actualizado conocimiento del innovador, para no resultar extravagante ni reinventar nada. Y al hablar de conocimiento, habríamos de referirnos tanto al saber consciente que ha de crecer cada día, como a ese otro que la atención desestima durante la percepción y va a parar al inconsciente: todo el conocimiento cuenta, cuando de innovar se trata.

En efecto, no pocos progresos en la Física, la Medicina y otras ramas científicas se han producido porque los investigadores se han beneficiado de su valioso saber inconsciente -generador de intuiciones y a veces manifestado en sueños-, como lo han hecho igualmente de la casualidad, de sucesivas hipótesis, de valiosas conexiones, de su imaginación y de su curiosidad. Algunos avances, como la cosmología heliocéntrica, sucumbieron ante sólidas resistencias del poder establecido; otros, como el efecto fotoeléctrico de Einstein, pasaron por la fase de hipótesis hasta que pudieron demostrarse; y otros más, como la penicilina de Fleming o los rayos X de Roentgen, se produjeron porque alguien supo aprovechar la casualidad.

Descubrimientos casuales han hecho avanzar la ciencia, pero también han generado nuevos productos en el mundo de los negocios. Casualidad hubo en el Walkman de Sony, el velcro, el teflón, el horno de microondas, no pocos fármacos... Es verdad que no todos somos científicos -tal como interpretamos el término-, pero sí que somos, muchos de nosotros, trabajadores del conocimiento obligados al aprendizaje permanente, y conscientes de que la innovación contribuye a nuestra competitividad colectiva e individual.

En tiempo de nuestros abuelos y bisabuelos se identificaba al trabajador con actividad manual; hoy lo hacemos ya en muy buena medida con el trabajo mental. Sin dejar de usar las manos, nuestros cerebros enfrentan cada día nuevos desafíos. En este panorama neosecular hablamos, a menudo y ciertamente, de la figura del trabajador del conocimiento, del trabajador experto e innovador que demandan las empresas del saber; pero en realidad el siglo XX nos ha proporcionado referencias muy aleccionadoras de cómo innovar en las empresas mediando y sin mediar el brainstorming.

El inexcusable aprendizaje permanente sirve a la efectividad profesional de todos, pero además hace falta practicar con acierto la abstracción, la inferencia, la síntesis, la hipótesis y todas las operaciones mentales que contribuyan a consolidar el conocimiento adquirido, a integrarlo en el acervo acumulado y a ampliar los campos del saber mediante la innovación. Hay toda una serie de facultades cognitivas y de fortalezas personales que se ponen en juego en la innovación, y no deberíamos reducir la fórmula a la I+D (investigación y desarrollo), o nutrir una concepción demasiado ligera de la creatividad.

Hoy, además de aprender a trabajar y a vivir en beneficio individual y colectivo, hemos de esforzarnos más específicamente en el "aprender a aprender" y el "aprender a innovar"; pero debemos contar con la actitud más idónea, fruto de la motivación intrínseca y de la fe en lo que se hace. Si he aludido a habilidades cognitivas específicas que, sin ser suficientes, me ha parecido que merecían ser subrayadas, hay que añadir finalmente la mención a los elementos volitivos. Si autotélica ha de ser la tarea del aprendizaje permanente -queriendo con ello decir que no persigue títulos ni diplomas, sino la adquisición de nuevo saber-, igualmente autotélica debería ser en no pocas ocasiones la actividad de innovar, para mejor activar todo ese potencial cognitivo a que me refería.


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